La lectura del poema Zona de Guillaume Apollinaire presenta cierta dificultad en la intención de ubicar la voz que enuncia las cosas, podría decirse que se trata del mismo autor o que es un personaje el que narra las cosas en el poema. Incluso, el hecho de buscar un narrador (enunciador) provoca, en el texto, pensar que la ciudad, París, ha adquirido la capacidad de verbalizar desde lo alto los hechos que en los barrios suceden. Pero no es sólo la ciudad la que habla de sí misma y del hombre, es también el hombre el que habla del hombre, sobre quién ha sido sobre las calles de París y más allá de la ciudad. Es, este testigo que confiesa, un narrador que, posado en un espacio superior a la torre Eiffel mencionada en la primer línea del poema, vuelca su tiempo y el de la ciudad hacia atrás.
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En Zona acontece lo que Marcel Raymond se detiene a comentar sobre el pintor: “El pintor se eleva hasta una contemplación sobrehumana de las cosas, que le conduce al umbral de un universo de alguna manera platónico, dotado de una existencia absoluta, sin más que una relación accidental del yo del artista” (1960, 193). Así, la voz en el poema ha adquirido una calidad, si no omnisciente (a quién importa la omnisciencia en la voz del poema), sí superior y sobrehumana, siguiendo a Raymond, que vuela desordenadamente, ya en picada sobre Montmartre, ya a ras de suelo por las calles de París.
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De esta manera, la voz hecha, como dije al comienzo, testimonio del hombre-ciudad, ha conocido el lugar, la zona a la que vuelve, de la que recuerda lo que ha atestiguado; la voz se vuelve, como en un en filme, una reminiscencia que se muestra en tomas subjetivas, la voz mira y habla del sujeto, re-produce el momento desde los ojos del mismo sujeto y de la misma ciudad; es un ave que mira y ofrece al lector su mirada, que, aunque franca, se plasma fragmentaria (en este punto la importancia de la omnisciencia se vuelve ridícula, a la fragmentariedad del texto le ha aportado más la calidad sobrehumana del testigo que una posible omnisciencia).
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Se debe destacar esta característica que es fundamental para el poema, la fragmentariedad se da en todos los aspectos del poema, la voz es fragmentaria (la ciudad expresa sobre sí y sobre el hombre, el hombre expresa sobre sí y sobre la ciudad); la narración es fragmentaria; los espacios existen desde un ángulo, desde una perspectiva; el tiempo es simultáneo y yuxtapuesto; todo se muestra vuelto retazos o una colección subjetiva que viene y va, Les aiguilles de l`horloge du quartier juif vont à rebours / Et tu recules aussi dans ta vie lentement (las agujas del reloj del barrio judío se mueven en sentido contrario / y tú retrocedes también lentamente en tu vida).
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La importancia no se mantiene en el ser del sujeto que la voz enuncia, a la voz le es preciso detenerse en el otro, la otredad es fundamental, todo es otredad a pesar de que se pueda pensar que se habla de sí, al hablar de sí habla del otro en otro tiempo, sin importar (o más bien, como un juego de tiempos) que la voz conjugue en presente perfecto los actos descritos. La importancia en el otro, en el que es ajeno, el tercero, se muestra con pesadumbre, en Zona los terceros padecen cierto sufrimiento Tu regardes les yeux pleins de larmes ces pauvres emigrants (Tú miras los ojos llenos de lágrimas a esos pobres emigrantes); Tu prends un café à deux sous parmi les malheureux (bebes café de dos centavos entre desgraciados); y, J`humilie maintenant à une pauvre fille au rire horrible ma bouche (ahora humillo a una pobre ramera de horrible risa mi boca).
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Es de esta manera que en el espacio, tiempo, voz, narrador, todo se mezclan en su fragmentariedad, todo se trasgrede. Hablar de la voz que enuncia las cosas es hablar del poema en sí. El poema es la voz que ha sido conformada para pintar la esencia de Zona. En el texto, entiendo, la importancia recae no en las cosas que enuncia, sino que en ellas la importancia se multiplica, por ejemplo, en la imagen feroz Aujourd`hui tu marches dans Paris les femmes son ensanglantèes (Hoy caminas por París las mujeres están ensangrentadas), la cosa enunciada multiplica las direcciones del texto para que sean vistas no las mujeres ensangrentadas, sino la esencia de las mujeres ensangrentadas. Así se pueden entender cada una de las líneas como el indicio de todo lo otro, que apela a des-cubrir el ser de las cosas indiciadas.
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De esta manera, considerando las símbolos como indicios, la lectura de las viñetas o fragmentos configurados con cierta simultaneidad y yuxtaposición, nos permite salir de la zona para mirar, como el poeta lo ha hecho, desde un distinto espacio, el brillo y la miseria que hace de la ciudad un ente vivo y, del hombre, el pasado que brilla. En Zona, ciudad y hombre se confunden en la tarea metafísica de florecer.
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Bibliografía
APOLLINAIRE, Guillaume. (1998). Zona en Alcoholes. Obra poética, tomo I. Ediciones 29. Barcelona, Es. Pp. 22-32.
RAYMOND, Marcel. De Baudelarire al surrealismo. (1960). Fondo de Cultura Económica. México. Pp. 193-194.
Bibliografía
APOLLINAIRE, Guillaume. (1998). Zona en Alcoholes. Obra poética, tomo I. Ediciones 29. Barcelona, Es. Pp. 22-32.
RAYMOND, Marcel. De Baudelarire al surrealismo. (1960). Fondo de Cultura Económica. México. Pp. 193-194.